viernes, 18 de mayo de 2018

Reencarnación

“Si crees en la reencarnación, no te rías de la fealdad del sapo.”
-- Roberto el Negro Fontanarrosa
Escucho el canto de mi padre, aún con fuerza. Tal parece que los años no han pasado por el viejo. Aún canta con mucha fuerza, tanto así que no se escucha a otro cantar. Me despierto y miro de reojo al viejo, espero algún día llegar casarme con un gallo fino y fuerte como él.
Mi padre ha pasado por mucho en la vida. De joven enfermó con una gripe que por muy poco termina con su vida. Tardó muchos años en recuperarse. Cuando lucía todo su plumaje intacto fue vendido y a partir d ahí, luego de un duro entrenamiento se convirtió en un luchador de primera categoría. Solamente perdió una pelea en su carrera, justo en la que perdió el ojo. En ese momento fue que conoció a mi madre. Ella era la gallina más fina del corral. Mi padre, seductor nato, líder incontestable, no tardó mucho en ganarse su corazón y de esa unión nací yo.
Me levanto de mi cama de paja y voy al comedero. Todas las mujeres hoy tienen mucha hambre. Están comiendo el pienzo muy a prisa. Alcanzo a meter la cabeza entre dos de las más regordetas y empecé a picar yo también.
- Cococo cocoo co - me dijo una de ellas.
- Cocooco coco cococo - le respondí y seguí picando. Acaso ella no ha visto que ocupa el espacio d dos gallinas.
En ese momento entraron de golpe los patos. Nadie soporta a los patos. Se ven como nosotros, pero no lo son. Son problemáticos, siempre están haciendo bulla y molestándonos a nosotras las gallinas. Dos de ellas se acercaron con su escándalo al lado mío.
- Cuack cuaack cuak, cuakkk cuackkk cuuak- decía una a la otra que le respondió algo seria. - Cuakkk cuaack cuakk, cuakkk cuacckk cuacc... CUACKKK!!!
Ven lo que digo, no se les entiende nada. No, yo no estoy de acuerdo con mi padre, que dice que somos familia y tenemos que entendernos. ¡No hay forma!
De repente se abre la puerta y entra nuestro dueño, seguido de su hijo.
- Ahí las tienes hijo, agarra una buena gallina pa’ cocinaila pa'l almueiso - le dijo el dueño a su hijo.
No sé qué habrá dicho, solo sé que el hijo d nuestro dueño comenzó a correr estirando los brazos en la dirección que yo estaba. Esto ha pasado otras veces. Tratan de agarrarnos para llevarnos a el corral grande de los dueños. Las gallinas que han llevado a ese corral nunca han salido de ahí, solamente lo hacen sus plumas.
Vi que se venía encima de mí y salí corriendo. Pase justo entre sus alas sin pluma, por debajo de sus patas. Él se giró y me empezó a perseguir.
Sigo corriendo. Escucho a mi padre que me grita desde lejos: “¡Cocococo coco cocococo!” Llegue a la pared del coral, el hijo del dueño se abalanzó sobre mí, me dio tiempo a escaparme por poco batiendo mis alas. Doble entonces a la derecha y salí corriendo por la puerta del corral. El hijo del dueño me gritaba algo que no conseguía entender:
- Párate ahí gallinita. Tu vera cuando te coja te voy a hacei puré - en ese momento lo esquive frente a la jaula de los guanajos. Al ver que me escapé nuevamente gritó aún más fuerte - ¡¡¡PARATEEE!!! - a lo que los guanajos respondieron - Gluglugluglu -
El joven dueño giró su cabeza y les grito - ¡¡CÁLLENSE GUANAJOS!!
Y los guanajos le respondieron - GLUGLUGLUGLU
Giré mi cabeza para ver lo que pasaba y no me percaté de que el dueño estaba parado justo delante. Choque con él. Él me recogió del suelo por el pescuezo. Sentí un tirón y me desmayé.
Algo frio me sujeta por el cuello. Siento un dolor como nunca había sentido en mi vida. Entro en pánico, ¡no siento mis piernas!. Mi cuerpo arde de una manera que nunca lo había echo antes. El dolor es indescriptible. Quiero habrir los ojos para ver lo que pasa pero es como si me los hubieran arrancado de la cabeza. No veo nada mas que una intensa oscuridad. No puedo moverme. Respirar me aumenta el dolor. ¡¡¡No puedo más!!!
Veo una luz blanca a lo lejos. En medio de mi dolor intento alcanzarla con todas mis fuerzas. Siento algo que me jala por la cabeza. Aún no logro habrir los ojos. El dolor cesa.
Por unos momentos me siento flotando en la nada. ¿Es todo, he muerto?
Siento un gran golpe en el trasero. Vuelve el dolor. No puedo más… arranco a llorar. Un fuerte sonido emana de mi garganta, un sonido que no habia pronunciado antes: “Waaaaaaaaaa, waaaaaaaaaaa”.
- ¿Cómo quiere ponerle a su bebé señora?- Escucho una voz como la de los dueños, que pronuncia palabras ininteligibles.
- Ernesto, se llamará Ernesto.

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