"La vida nos exige continuamente tomar decisiones. Siempre nos demanda
nuevas respuestas. Tenemos que acostumbrarnos al cambio, a fluir, a
adaptarnos".-- Javier Urra
Pues sabes, es así. A veces la
vida te da a escoger dos caminos, uno fácil y sin riesgos y otro abrupto,
enredado. Yo, yo no soy uno de esos que les gusta las cosas fáciles. Más bien,
me atrevo a decir que, de cierta forma,
me gusta pasar trabajo. No sé, lo encuentro divertido así.
Recuerdo que no hace mucho estaba
yo tranquilo en la oficina. Soy nuevo en la empresa así que mi contenido de
trabajo no es muy difícil. De vez en cuando me mandaban a echarle un poco de
comida a los cerditos de El Marqués,
el hombre más adinerado del pueblo. Imagínate tú que El Marqués es el dueño a la misma vez del correo, la agencia de
recados y el puerto de La Villa. Es por esto que El Marqués controla todas las comunicaciones entre los ciudadanos
de La Villa con el resto del mundo mundial. Otros días las tareas se
complicaban un poco más. Por ejemplo, recuerdo un día que me mandaron a diseñar
una nueva puerta en la casa de El Marqués,
puesto que este quería un acceso más fácil hacia el establo donde guardaba sus
animales… porque casi todos los “poderosos” de La Villa tienen animales, aunque
solo existen cuatro tipos de animales: caballos, cerdos, cabras y, bueno, los
putos burros. Es precisamente de burros de lo que trata esta historia que ahora
te cuento.
Como te decía, un día, no hace
mucho, estaba tranquilo en la Oficina de Romperse el Lomo, cuando, aburrido, me
dirijo a la pizarra de encargos a ver si había algo que pudiera hacer. Había
tres encargos. El primero era de ordeñar a las cabras, algo sencillo así que lo
desprecié. El segundo era de herrar un caballo, “jumm este está mejor” pensé para mis adentros, pero no me fui por
la luz de adelante y seguí mirando. El tercero era nada más y nada menos que
matar a un burro de El Señor Banquero.
Como puedes ver, una tarea decente, sobre todo si se trata de El Señor Banquero, al fin y al cabo El Marqués es el que más dinero tiene
pero El Señor Banquero es quien se lo
guarda. Así que cogí la tarea, me presente
ante el señor jefe de los encargos y le comuniqué mi decisión de cumplir con la
tarea. Este me sonrió, me dijo que no había problema alguno y me dio las
herramientas con las que dispondría para hacer el trabajo: un destornillador de
paleta, una llave pico de loro y un tubo de media, plástico.
Al ver las herramientas le dije:
“Venga acá, ¿pero ese burro tiene que ser
realmente flojo no? O sea ¿Quién mata a un burro con un destornillador de
paleta?”. El jefe me miro, nuevamente sonriendo (es raro, no recuerdo
haberlo visto nunca serio) y me dijo:
“La oficina está pasando por un duro momento. El bloqueo impuesto por
los piratas de Piel Oscura impide el flujo estable y rápido de barcos al
puerto, por lo que conseguir las herramientas necesarias para hacer el trabajo
de un rompe-lomos de manera correcta, es un proceso lento y vaya, siendo
honesto, puede que nunca se lleguen a descargar de forma adecuada…”.
Pues eso…que estoy jodido.
En fin, salí con mis herramientas
dispuesto a cumplir con la tarea encomendada. Al llegar al establo ahí estaba
el burro, una bestia de metro ochenta, oscuro, con sus orejas erguidas comiendo
pasto. Me vio entrar al corral pero ni se inmutó en mover un músculo. Me acerqué
a él lentamente, agarré el destornillador, al final al menos me serviría para
darle una buena puñalada por el estómago, luego se desangraría y moriría y ya,
trabajo completado. Me paré junto a él y le hinqué el destornillador, pero
aquello, que va, no sirvió pa’ ná. El burro lanzó un rebuznado inmenso, empezó
a lanzar patadas por doquier. Una de sus patas me enganchó por la barriga, me
lanzó a tres metros de distancia y me dejó completamente sin aliento. Cuando me
recuperé estaba tan adolorido que decidí dejarlo y me fui para la casa.
Al siguiente día volví a
enfrentar al animal, esta vez estaba igualmente comiendo pasto, y nuevamente ni
se inmutó cuando me vió entrar al corral. Ahora era el turno de la llave pico
de loro. No se me ocurrió más que pararme frente a él y propinarle un buen
picodelorazo por la cabeza. Resultado: Al bicho le dolió, eso sí, se quedó
noqueado unos segundos, pero cuando se recuperó, a correr se ha dicho. El burro
se las dió de toro y me empezó a embestir. Por suerte el corral no es muy
grande y me dió tiempo a salir y cerrar la puerta antes de que me alcanzara,
pero igual me mordió, por la rendija de la puerta, la única camisa decente que
tengo y le arrancó una manga (No sé quién
me manda a mi a ir a matar un burro en camisa). Entonces se me ocurrió
utilizar el tubo plástico como una cerbatana. Cogí par de clavos, los metí en
el tubo y los sople con todas mis fuerzas. Los clavos dieron en el blanco, pero
en vano, ni siquiera pinchaban al burro. Era inútil, con esa mierda de
herramientas no se podía matar ni a una cucaracha que le faltasen las dos
paticas de atrás.
Al día siguiente no fui a
trabajar. Me quedé en casa todo el día, pensando como matar el burro y leyendo
los periódicos. Hay que leer la prensa para conocer, a veces de ahí mismo uno
puede sacar las ideas. Claro que en La Villa, la prensa llega tan lento, pero
tan lento, que cuando al fin llega el periódico, es del mes pasado. Leyendo las
noticias descubrí que hay
Caracolas
que hablan. Incluso son capaces de organizar su trabajo haciendo listas de
tareas… ¡In-cre-í-ble!
Al cuarto día me levanté con más
ánimo. Fui para el baño y ahí, haciendo un poco de evacuación de proteínas, se
me ocurrió una idea genial. Una vez cuando estaba estudiando en la Universidad de los Condenados Indios
(la única en el reino donde se estudia para ser un Indio Rompe Lomos) me regalaron
un bate de madera. El bate estaba justo en el lugar que lo dejé, metido abajo
en la alacena, al lado de los cuchillos de picar carne. Pensé en coger los
cuchillos, pero hace tanto que no se usan que estaban oxidados y mellados. Salí
pues, con mi bate en mano, enfilé hacia el corral y ahí estaba él, como
siempre, comiendo pasto. Escondí el bate a mi espalda y me acerqué lentamente,
el bruto me seguía con la mirada mientras me acercaba, imagino que se
preguntaba que llevaba ahí detrás oculto. Cuando estuve a la distancia
suficiente agarre con todas mis fuerzas el bate y le propiné un buen batazo por
la cabeza. Nuevamente el animal se quedó aturdido por unos segundos, pero esta
vez sí no dudé ni un segundo. Le continúe dando batazos una y otra vez… y así, entre ciclos y condicionales, fue
como pude parsear un XML.
¿Qué te parece?
Por eso mi recomendación es la
siguiente: Si vives en un pueblo bloqueado por el pirata Piel Oscura, o su
hermano Pelo de Comadreja, y las herramientas (y los periódicos) tardan mucho
tiempo en llegar, vuelve y léete esta historia, no es que sea muy esclarecedora
pero si te deja claro una cosa: “Con condicionales, ciclos, algunas
bibliotecas de Java, mucho “coco” y ganas de complicarte cualquier XML puede
ser parseado”.